La Empatía como Puente

¡HOOOLA! Hoy me ha apetecido hablar un poco sobre a lo que me quiero dedicar en un futuro: la Educación Social.

A veces, la educación social se asocia con intervenciones, proyectos, programas o colectivos en riesgo. Pero detrás de todo eso, lo que realmente define nuestra labor es la capacidad de mirar al otro sin juicio y acompañar sin invadir. En otras palabras: empatía.

¿Y si todo empezara por escuchar?

Vivimos en una sociedad que muchas veces escucha para responder, pero no para comprender. En nuestro ámbito, esto no es suficiente. No basta con entender lo que alguien dice: hace falta intentar sentir con esa persona, caminar aunque sea unos pasos con sus zapatos, sin apropiarnos de su camino.

La empatía no es lástima. Tampoco es intentar “salvar” a nadie. Es presencia, es respeto, es validar sin romantizar ni infantilizar.

La educación social no salva, acompaña

Como futura educadora social, he empezado a entender que no estamos aquí para dar soluciones mágicas ni para “arreglar vidas”. Estamos para acompañar procesos, generar espacios seguros, facilitar herramientas y, sobre todo, reconocer la dignidad de cada historia, incluso cuando el sistema la niega. 

Estudiar esta carrera no solo cambia la forma en la que vemos a los demás, sino también cómo nos vemos a nosotros mismos. Nos obliga a cuestionarnos, a revisar prejuicios, a confrontar privilegios, a hacer autocrítica. La empatía también va hacia dentro. Y eso, aunque no salga en los libros, es parte de nuestra formación.